Envejecimiento,
Propósito y Predestinación: Un Análisis Integrado desde la Ciencia y la Fe
Introducción
El envejecimiento ha
sido visto a veces como un fallo de la naturaleza o un error evolutivo. Sin
embargo, aquí exploraremos una perspectiva diferente: la idea de que el
envejecimiento no es un error, sino un sistema de seguridad incompleto.
Desarrollaremos esta tesis de forma profunda e integrada, vinculando hallazgos
de la ciencia (como el límite de Hayflick y la inmortalidad celular),
con reflexiones filosóficas y espirituales. Adoptaremos especialmente una
mirada que reconoce a Dios como creador perfecto y consideraremos el propósito
de la vida humana en la Tierra, la razón de su transitoriedad, y el significado
del sufrimiento. También abordaremos la aparente paradoja entre la elección
del propósito y la predestinación, buscando una verdad espiritual
que la resuelva. Para enriquecer el análisis, incluiremos explicaciones
etimológicas de términos clave en hebreo bíblico – como
"alma", "propósito", "vida",
"predestinación", "seguridad" y "tiempo" –
revelando sus significados profundos. Finalmente, cerraremos con una oración poética
que entrelace todos estos conceptos de manera significativa para el alma del
lector.
Envejecimiento:
¿Error biológico o seguridad incompleta?
Desde
la ciencia, sabemos que las células humanas normales no se dividen
indefinidamente. Leonard Hayflick descubrió que las células tienen un número
finito de divisiones (aproximadamente 50 a 70), tras lo cual dejan de
replicarse y entran en senescencia[1].
Este fenómeno, conocido como límite de Hayflick, está relacionado con el
acortamiento de los telómeros en cada división celular[1]. Solo
las células cancerosas logran escapar a este límite; al activar la enzima
telomerasa, se vuelven "inmortales" en cultivo, dividiéndose
sin fin[2].
En otras palabras, en condiciones naturales la inmortalidad celular es señal
de patología: las células cancerosas consiguen una vida ilimitada a costa de
la salud del organismo.
Lejos de ser un “error”, el envejecimiento celular (senescencia) puede
entenderse como un mecanismo de seguridad biológico. Cuando una célula
ha acumulado demasiado daño en su ADN o ha alcanzado su límite replicativo,
entra en senescencia: deja de dividirse para no volverse peligrosa. Esta
respuesta actúa como una barrera antitumoral – forzando a posibles
células cancerosas a detener su crecimiento antes de volverse malignas[3].
De hecho, la senescencia se describe como un mecanismo de protección eficiente
contra el cáncer[3].
Ahora bien, este “sistema de seguridad” es incompleto. A veces las
células logran evadir la senescencia; si acumulan suficientes mutaciones
dañinas, pueden proliferar descontroladamente y originar un cáncer[4].
Así, la misma naturaleza nos muestra un delicado equilibrio: limitar la vida de
las células es una estrategia de seguridad (evita tumores), pero no garantiza
una protección absoluta. Con el tiempo, el organismo envejece porque sus
células van cesando su división; y aun así, existe el riesgo de que alguna
célula logre la inmortalidad maligna de un tumor.
En resumen, el envejecimiento no es simplemente un error evolutivo,
sino el resultado de un sistema protector intrínseco pero limitado.
Nuestras células están “programadas” para no vivir para siempre, lo que protege
al cuerpo de crecimientos descontrolados, aunque a largo plazo ello contribuya
a la vejez y la muerte. Desde esta óptica, la finitud biológica forma parte del
diseño de la vida tal como la conocemos: un diseño que prioriza la seguridad
del conjunto (el organismo) a costa de la permanencia indefinida de sus partes
(las células). Esto nos lleva a reflexionar: ¿por qué un Creador perfecto
permitiría un sistema así, donde la vida física es temporal y vulnerable? La
respuesta quizá se halle más allá de la biología, en el ámbito de los propósitos
espirituales y la condición peregrina del ser humano.
Dios, la creación
perfecta y la travesía de la vida humana
Si
Dios es un creador perfecto, ¿cómo encaja la mortalidad y el envejecimiento en
Su plan? Lejos de contradecir la perfección divina, la transitoriedad de la
vida humana puede verse como parte de un diseño intencional con
propósito. La Biblia y muchas tradiciones espirituales enseñan que la
vida terrenal es temporal, una especie de peregrinaje o prueba, más que
un fin en sí mismo. Las Escrituras usan metáforas potentes para transmitir la
brevedad de nuestra existencia en la tierra: “La vida se describe como un
vapor… un soplo de aliento y un rastro de humo”[5].
En palabras del salmista, “estoy de paso en este mundo”[6]. Y
el apóstol Pedro aconseja: “vivid vuestro tiempo en la tierra como en condición
de extranjeros”[6].
Estas imágenes de neblina, sombra y peregrino enfatizan que nuestros años bajo
el sol, comparados con la eternidad, son muy breves[5].
¿Por qué un Dios amoroso nos situaría en una estadía temporal y no en
una permanencia eterna desde el inicio? Diversos pensadores han visto en ello
un acto de pedagogía divina. La temporalidad de la vida nos enseña el valor
de cada momento y nos orienta hacia lo trascendente. Si nuestra patria
definitiva es eterna (el “cielo” en lenguaje religioso), tiene sentido que
nuestra etapa terrenal sea un peregrinaje: un recorrido con lecciones,
decisiones y crecimiento, antes de arribar a nuestro destino último. Esta idea
de homo viator (hombre caminante) sugiere que la tierra no es nuestro
hogar permanente, sino un lugar de paso donde forjamos nuestra alma. De hecho,
entender que “nuestra ciudadanía está en los cielos” cambia por completo
nuestra escala de valores[7].
Como dice un autor contemporáneo, “pidámosle a Dios ver la vida en la tierra
a través de Sus ojos”, recordando lo corta que es nuestra vida aquí abajo[8].
Desde esta perspectiva, el envejecimiento y la muerte física no
son errores, sino partes de un plan mayor. Tras la caída del ser humano en el
relato de Génesis, Dios mismo impide el acceso al árbol de la vida para que el
hombre no viva para siempre en su estado caído – lo que puede leerse
como una medida de misericordia y seguridad. La mortalidad asegura que el mal y
el sufrimiento no sean eternos en este mundo, y abre la puerta a una transformación
en la eternidad (la promesa de “cielos nuevos y tierra nueva”). Así, un
creyente podría afirmar que Dios permitió la muerte no por falta de poder,
sino por sabiduría: para que la historia humana se dirija hacia una redención,
en vez de perpetuarse indefinidamente en un mundo mezclado con dolor.
El sentido del
sufrimiento y la pérdida
En
este contexto espiritual, el sufrimiento toma un nuevo significado. Si
la vida es un tránsito con propósito educativo, entonces incluso las pruebas
dolorosas pueden obrar para bien. Pensemos en la experiencia desgarradora de perder
a un ser amado por cáncer. Desde una óptica puramente material, tal pérdida
no tiene sentido ni consuelo. Pero desde la fe, uno busca significado en medio
del dolor. No es que la muerte del ser querido sea buena en sí (de
hecho, se la llora y Dios mismo se compadece de nuestro dolor); pero esa
experiencia puede despertar en quienes quedan una nueva comprensión de la vida,
una mayor compasión, fe o cambio de prioridades. Muchas personas, al atravesar
la noche oscura de la pena, salen de ella con un corazón más sabio y más
humano. El sufrimiento, como escribió C.S. Lewis, es “el megáfono de Dios” –
una forma dura pero efectiva de llamarnos la atención sobre lo que realmente
importa.
La
fe cristiana asegura que Dios no está ausente en el dolor humano. Jesús
mismo lloró ante la tumba de su amigo Lázaro, y abrazó el sufrimiento hasta la
cruz. Por ello, se cree que “a los que aman a Dios, todas las cosas (incluso
el sufrimiento) les ayudan a bien”. ¿Qué bien puede salir de perder a
alguien por una enfermedad terrible? Quizás la enseñanza de que la vida en
la tierra no es definitiva. Estas tragedias sacuden nuestra cómoda ilusión
de permanencia y nos invitan a mirar más allá – hacia la eternidad donde, según
la fe, Dios “enjugará toda lágrima” y no habrá más muerte ni dolor. En
el ínterin, el sufrimiento nos transforma: nos hace más humildes, más
dependientes de Dios, más comprensivos con el prójimo.
Un
texto de inspiración cristiana lo expresa así: Dios permite cierto grado de
incomodidad, anhelo y tristeza en nuestras vidas para que “no nos aferremos
demasiado a esta tierra”, pues fuimos creados para algo mejor[9][10].
Mientras todo marche perfecto, tendemos a olvidar nuestra necesidad de Dios y
nuestro destino eterno; pero las pérdidas y quebrantos nos recuerdan que “aquí
no acaba la historia”[11].
Esta reflexión puede ofrecer paz interior: aunque no entendamos por completo
por qué ocurren cosas tan dolorosas, confiamos en que tienen un lugar en el
plan amoroso de un Dios perfecto. La vida humana tiene propósito,
incluso si a veces transcurre por senderos de sufrimiento; nada de lo vivido se
pierde sin dejar una enseñanza o formar parte del mosaico de nuestra alma.
El propósito del
hombre: ¿Elegido libremente o predestinado?
Llegamos
a una cuestión filosófico-teológica crucial: el propósito de nuestra vida.
Preguntarnos “¿para qué estoy aquí?” es inevitable. Muchas corrientes
espirituales sugieren que cada individuo debe descubrir y elegir su
propósito – es decir, que el sentido de la vida no es impuesto desde fuera,
sino abrazado libremente. Pero, entonces, ¿cómo se concilia eso con la idea de
que fuimos predestinados por Dios? Si Dios, en Su omnisciencia y
soberanía, tiene un plan predeterminado, ¿qué papel juega nuestra
libertad? Esta tensión ha sido debatida por siglos, especialmente en círculos
teológicos (libre albedrío vs. predestinación).
La clave está en entender correctamente qué significa predestinación.
Bíblicamente, el término aparece en el Nuevo Testamento (por ejemplo, Efesios
1:5 y Romanos 8:29). Proviene del griego “proórizo”, que literalmente
significa “determinar de antemano”[12].
No se refiere a imponer coactivamente un destino a cada individuo sin su
participación, sino más bien al designio anticipado de Dios en cuanto a
la salvación y la meta final de los creyentes. En otras palabras, Dios trazó
un propósito para aquellos que serían de Él: “predestinándonos para ser
adoptados como hijos suyos por medio de Cristo” (Efesios 1:5). Como explica
un estudioso, “la predestinación no se trata de selección (escoger quién
creerá), sino de propósito: qué será de los que creen”[13].
Dios, desde antes de la creación, decidió el destino glorioso de un pueblo
(los que estarían “en Cristo”): que ese pueblo sería santo, adoptado como
familia divina, redimido y conformado a la imagen de Su Hijo[13][14].
Este es el gran propósito al que estamos invitados.
¿Cómo encaja nuestra libertad aquí? La respuesta es que Dios no
anula la voluntad humana, sino que la prevé y la ilumina dentro de su plan.
La iniciativa de la gracia es de Dios – Él invita, atrae, persuade amorosamente
– pero la respuesta es nuestra. Así lo resume la teología cristiana: “Dios
no impone la fe, sino que la hace posible y eficaz en los que oyen y responden”[15].
En Juan 6:44 Jesús dice: “Nadie puede venir a mí si el Padre no lo atrae”,
y sin embargo ese “atraer” no significa arrastrar a la fuerza, sino atraer al
corazón de manera que la persona libremente quiera venir[16].
Un ejemplo bíblico es Lidia, cuya “corazón abrió Dios” para que
atendiera al mensaje de Pablo – no para obligarla, sino para habilitarla a
entender y luego ella, voluntariamente, creyó[16].
Podemos visualizarlo así: Dios, desde fuera del tiempo, ya conoce
quiénes Le responderán, y ha preparado para ellos cosas maravillosas (su
destino de gloria). Pero desde dentro de nuestra experiencia temporal, somos
nosotros quienes elegimos. El propósito de tu vida no es un guion
robotizado impuesto contra tu voluntad; es más bien una invitación divina
que puedes aceptar o rechazar. Dios te conoció antes de nacer (Jeremías 1:5) y
te dotó de talentos, circunstancias y un llamado especial; pero no te fuerza a
vivirlo. Como un padre amoroso, Él desea para nosotros un destino de plenitud,
y nos guía hacia él, pero respeta nuestras decisiones incluso cuando nos
apartamos del camino.
Así se resuelve la aparente contradicción: Estamos predestinados,
sí, en cuanto al propósito general de Dios de hacernos partícipes de Su vida
eterna y Su reino de amor, pero ese propósito debe ser escogido por
cada corazón libre. Dios elige un “fin” para nosotros (ser sus hijos),
pero no elimina nuestra “elección” del camino. Como dice un comentarista,
en la Biblia la soberanía de Dios y la responsabilidad humana caminan de la
mano, sin anularse mutuamente[17][18].
Al final, el amor verdadero solo existe en libertad: Dios nos predestinó por
amor para estar con Él, pero quiere que lleguemos a Él por amor desde
nosotros también. En términos prácticos, esto significa que cada uno debe
descubrir su propósito (sus dones, su misión única en esta vida) y abrazarlo
conscientemente. Esa misión personal se enmarca dentro del gran propósito de
Dios de manifestar Su gloria y amor en el mundo.
Para ilustrarlo, pensemos en un tren que sale con destino fijo (la gloria
eterna); Dios determinó el destino y pone a disposición los boletos para
todos. Sin embargo, subir al tren o no es decisión de cada persona.
Quien sube, entra en una predestinación colectiva – el tren seguramente llegará
a destino – pero ese individuo subió libremente. Y aun a bordo, tendrá libertad
de moverse por el vagón, interactuar, bajarse en alguna estación si así lo
quiere (aunque sería insensato). La predestinación divina asegura que “el
tren de la salvación” llega a buen puerto; la libertad humana decide si
formamos parte de ese viaje y cómo lo vivimos. En definitiva, nuestro propósito
no se nos impone, sino que se nos propone; no es un yugo, sino una vocación. Y
en la medida en que alineamos nuestra elección con la voluntad amorosa
de Aquel que nos pensó desde la eternidad, encontramos significado, identidad y
destino.
Etymología y
significado profundo de términos clave en hebreo bíblico
Para
profundizar en la dimensión espiritual, es valioso explorar ciertas palabras
relevantes en su lengua original (hebreo bíblico, y en algún caso griego), pues
sus raíces etimológicas encierran un significado rico:
- Alma (נֶפֶשׁ – néfesh): En hebreo
bíblico néfesh es la palabra que a menudo se traduce como
"alma". Literalmente implica "vida" o "ser
viviente". De hecho, néfesh se emplea desde Génesis para
referirse a las criaturas con aliento de vida[19]. No describe una entidad etérea separada del cuerpo, sino la persona
entera como ser animado. Néfesh conlleva la idea de aquello que
respira; está ligada a la sangre y al aliento vital[19][20]. Así, cuando la Biblia dice "mi alma tiene sed" o
"mi alma te alaba", habla de lo más profundo del ser vivo
deseando y expresándose. El alma, en la concepción hebrea, subraya la
sacralidad de la vida y la unidad de nuestro componente físico-espiritual.
Es “lo que tiene vida” y nos convierte en individuos únicos.
- Propósito (עֵצָה – etsá): La
palabra hebrea etsá significa consejo, designio o plan
deliberado[21]. Cuando hablamos del "propósito" de Dios, se utiliza etsá
en singular para indicar Su designio eterno[22][21]. Por ejemplo, Isaías 46:10 cita a Dios diciendo: “Mi consejo
(etsá) permanecerá, y haré todo lo que quiero”. Aquí etsá se
traduce como propósito o consejo, implicando una decisión personal
firme de Dios[21]. En contraste, la Biblia menciona a veces "los planes (plural)
de los hombres", pero el Propósito de Dios es uno solo y eterno[22][23]. Con respecto al ser humano, podríamos aplicar etsá para
hablar del propósito individual: ese plan o intención de vida que uno
traza (o que descubre trazado por Dios). En hebreo moderno existe matara
(meta, objetivo) y tachlit (propósito último), pero en la Biblia etsá
captura bien la idea de un plan concebido con sentido y dirección. Cuando
hallamos nuestro “propósito”, estamos sintonizando con el etsá
divino para nosotros, Su consejo amoroso acerca de nuestra vida.
- Vida (חַיִּים – jayím):
Curiosamente, la palabra principal para "vida" en hebreo está en
plural. Jayím literalmente significa “vidas”[24]. Esto sugiere que la vida no es monolítica; tiene múltiples
fases y expresiones dentro de una sola existencia[24]. Los sabios señalan que vivimos diferentes “vidas” en el
transcurso de nuestros años (infancia, adultez, vejez; vida terrenal y
vida eterna), y todas forman parte de un continuo. En la cosmovisión
bíblica, la vida es esencialmente eterna – la existencia no se
aniquila con la muerte física, sino que continúa en otra dimensión[25][26]. Por eso jayím es plural: contiene la vida presente y la
vida venidera, las distintas etapas del ser. También existe jai (חי)
en singular para "vivo/viviente", pero cuando se habla de la
vida en abstracto se usa el plural. Un ejemplo hermoso es el brindis judío
“¡Lejaím!” que significa “¡por la vida!” en plural, recordando que la vida
abarca mucho más que el momento presente[27]. Cada aliento, cada capítulo de nuestra historia personal, se
inscribe en esa gran continuidad de jayím. Entender la vida como vidas
nos invita a ver cada día como parte de una aventura más grande y
trascendente.
- Predestinación (προορισμός – proorismós): Aunque este concepto teológico aparece formulado explícitamente
en griego koiné (el Nuevo Testamento), vale la pena mencionarlo. La
palabra griega proorízo (de la cual deriva
"predestinación") está compuesta por pro = antes y horizo
= determinar o señalar un límite. Literalmente significa “determinar de
antemano” un destino[12]. En la Biblia no existe un término hebreo exacto equivalente a
“predestinación”, pero la idea se refleja en frases como “Jehová te
conoció antes de que nacieras” o “te escogí desde el vientre”.
Los hebreos expresaban estos conceptos en términos de la elección
divina (bachar, elegir) y del conocimiento previo de Dios
(yadá, conocer íntimamente). Podemos decir que, en la mentalidad
bíblica, Dios tenía un designio previo (etsá eterna) para Su
pueblo – lo que en el NT se explica con proorismós. Importante: la predestinación
no anula la libertad humana, como vimos. Etimológicamente, indica
el acto de Dios de destinar anticipadamente algo para un fin[28]. Así, podríamos definirlo como “la acción de Dios que elige y
destina a los hombres a la gloria eterna”[12], siempre entendiendo que tal destino ocurre en Cristo y se
hace efectivo en quienes responden en fe[29][18]. La predestinación es un misterio de amor más que un
acertijo intelectual: significa que nuestras vidas no son un accidente,
sino que desde antiguo Dios las pensó con un propósito bueno. Cada persona
es invitada a vivir esa misión predestinada, sin dejar por ello de ser
libre.
- Seguridad (בֶּטַח / מִבְטָח – bétaj / mibtákh): En hebreo, varias palabras se relacionan con la idea de
seguridad. Una de ellas es mibtákh, proveniente de la raíz b-t-h
que denota confianza y refugio. De hecho, mibtákh se traduce
como “lugar de refugio, seguridad, confianza, esperanza”[30]. Proverbios 18:10, por ejemplo, dice: “Torre fuerte es el
nombre del Señor; a Él correrá el justo y estará seguro (bétaj)”. Aquí
la seguridad es presentada como protección dentro de un refugio
inexpugnable – la presencia de Dios. Otra palabra afín es bittajón,
que en literatura judía posterior se usa para confianza (en Dios).
En esencia, la seguridad verdadera en la Biblia es relacional:
confiar en Dios es estar seguro. Seguridad no significa ausencia de
problemas externos, sino estar resguardado en lo interior por una
esperanza firme. Cuando el Antiguo Testamento promete a Israel que
habitará “con seguridad” si obedece a Dios, la palabra implica una paz
fruto de la confianza en la fidelidad divina[31]. Aplicado a nuestra tesis: si el envejecimiento es un sistema de
seguridad incompleto a nivel biológico, la fe ofrece un sistema de
seguridad completo a nivel espiritual. Es decir, en Dios hallamos un
refugio absoluto, una seguridad eterna que trasciende la muerte. Bétaj
refleja la tranquilidad de quien se sabe en buenas manos. Como dice el
Salmo 4:8: “En paz me acostaré… porque Tú, Señor, me haces vivir
confiado (seguro)”.
- Tiempo (עֵת / זְמַן – et / zeman):
La concepción hebrea del tiempo es profundamente espiritual. Una de
las palabras bíblicas para tiempo, ‘et’, se refiere a un momento
específico. Curiosamente, et está emparentada con attá,
que significa “ahora”[32]. Esto nos dice que el tiempo se concibe no tanto como una
corriente continua, sino como una sucesión de instantes presentes.
De hecho, en hebreo se habla de “entrar en los días” para referirse
a envejecer, lo que sugiere que vamos habitandο cada día como una
unidad completa[33][34]. Otra palabra, zeman (de donde viene zman en hebreo
moderno), significa tiempo en sentido más amplio. Zeman está
relacionada con hazmaná, que significa “invitación”[35]. ¡Qué hermosa idea!: cada porción de tiempo es una invitación. En
vez de ver el tiempo solo como algo que se escapa o un recurso que se
gasta, el pensamiento bíblico invita a verlo como oportunidad: cada
momento nos llama a hacer algo significativo, a cumplir un propósito único[36]. De hecho, los sabios enseñan que “Dios no crea un solo
instante sin un propósito”, por lo que cada momento que se nos da
tiene su razón de ser. Por último, está la palabra rega‘ (רֶגַע)
para “instante”, cuya raíz implica quietud[37]. Esto sugiere que, aunque el tiempo pasa raudo, dentro de cada
instante hay una quietud, un espacio para la conciencia plena. Resumiendo,
en hebreo el tiempo no es un torrente ciego que nos arrastra
inexorablemente, sino una secuencia de “paradas” continuas que
desfilan ante nosotros para que entremos en ellas[33]. Estamos invitados a saborear el ahora, a encontrar a Dios
en el momento presente. “Enséñanos a contar (valorar) nuestros días” pide
el salmista, “para que hallemos sabiduría”. Un minuto puede parecer
poca cosa, pero desde la óptica de zeman es un regalo irrepetible
cargado de sentido. Comprender el tiempo así nos ayuda a no desesperar
ante la vejez (cada edad tiene su propósito), ni a malgastar las horas
(cada una es sagrada), ni a temer el futuro (porque Dios renueva la
creación momento a momento y cada mañana Sus misericordias son nuevas).
Conclusión
Hemos recorrido un sendero que
conecta la biología, la filosofía y la teología en torno a verdades
fundamentales de nuestra existencia. Comenzamos viendo que el envejecimiento
no es un fallo sin sentido, sino parte de un diseño que protege la vida – un
mecanismo que limita nuestros días para cuidarnos, aunque esté lejos de
eliminar todo riesgo. Esta realidad científica nos llevó a contemplar el propósito
divino detrás de la finitud: la vida humana es temporal por una razón,
porque somos peregrinos en la Tierra con la mirada puesta en un destino mayor.
Nuestro paso breve por este mundo está lleno de significado: cada experiencia,
incluso el sufrimiento, puede ser una lección y una oportunidad de crecimiento
del alma. Dios, creador perfecto, no nos ha abandonado en la mortalidad,
al contrario: Él mismo, en la fe cristiana, asume nuestra condición en
Jesucristo, compartiendo nuestro sufrimiento y redimiéndolo desde dentro.
Exploramos también la tensión entre predestinación y libre albedrío,
y encontramos que no son conceptos opuestos sino complementarios: Dios nos ha
predestinados en amor para ser Suyos, pero nos corresponde a cada uno elegir
ese destino. En última instancia, nuestro propósito no está escrito contra
nuestra voluntad, sino tejido con nuestra cooperación. Fuimos “creados
en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que
anduviésemos en ellas” – nota cómo ese versículo combina la preparación
divina previa con el caminar humano. En ello hay un misterio hermoso: somos
plenamente libres al tiempo que plenamente esperados por la gracia.
Al indagar los términos hebreos alma, vida, tiempo, propósito,
seguridad, vimos un patrón: la sabiduría bíblica imprime en cada palabra
una noción de plenitud y relación. El alma es la vida misma en su
totalidad, la vida son “vidas” con horizontes eternos, el tiempo es invitación
sagrada, la seguridad es confianza en Alguien, el propósito es un consejo
pensado con amor. Nada de lo que somos y vivimos carece de significado a la luz
de estas verdades profundas.
Ciertamente quedan misterios sin resolver y dolores que no entendemos
del todo. Pero al juntar todas las piezas – la ciencia que revela orden en
nuestros cuerpos, la filosofía que busca sentido, y la fe que nos promete una
esperanza – podemos vislumbrar una verdad unificadora: nuestra
existencia tiene un propósito divino, y ese propósito es bueno. No somos
producto del azar ni prisioneros de un destino ciego; somos hijos amados de un
Dios perfecto, llamados a participar de Su vida. La mortalidad biológica
resulta ser un capítulo dentro de una historia mucho más grande: la historia de
un Dios que crea seres finitos para colmarlos de Su infinitud, cuando
libremente se vuelven a Él.
Como reflexión final, ofrezco una oración que integra estos conceptos,
para elevar el corazón en busca de sentido y consuelo:
Oración Final (Por
la Vida, el Propósito y la Esperanza Eterna)
Oh Dios eterno y santo, Creador de todo lo visible e invisible:
Te
alabamos porque en tu sabiduría profunda diseñaste la vida con un propósito
perfecto. Gracias por el don del envejecimiento,
que aunque trae achaques y despedidas, nos recuerda que esta etapa es pasajera
y que nuestra verdadera ciudadanía está Contigo. Tú, Señor, pusiste un límite a
nuestros días para protegernos del mal sin fin, y sembraste en nuestros
corazones el anhelo de la eternidad[25][10].
Enseña-nos
a ver el tiempo como Tú lo ves: no como un
tirano que nos arrebata juventud, sino como una invitación continua a
crecer en amor, a servir y a descubrir cada día nuevas misericordias[36]. Que sepamos detenernos en el momento presente y encontrar allí tu
presencia; que cada hora de nuestra vida – en la salud o en la enfermedad, en
la risa o en la lágrima – tenga para nosotros el brillo de una misión cumplida.
“Haznos entender cuán breve es nuestra vida, para que adquiramos sabiduría de
corazón.”
Señor,
reconocemos que hemos sido predestinados en tu
amor, llamados desde antes de nacer por nuestro nombre. Sin embargo, Tú no nos
fuerzas, sino que nos invitas suavemente a elegirte. Hoy respondemos sí:
escogemos el propósito por el cual fuimos creados. Queremos ser aquello que
soñaste de nosotros. Que tu voluntad – buena, agradable y
perfecta – se cumpla en nuestra libertad, y que nuestra libertad halle plenitud
en tu voluntad. Al igual que María dijo “hágase en mí según tu palabra”,
nosotros te entregamos nuestra vida para que en ella se realice tu designio
eterno de amor.
Te
pedimos consuelo y enseñanza en el sufrimiento. En
particular, sana los corazones quebrantados por la pérdida de seres queridos.
Tú sabes, Dios, cuánto duele ver partir a quienes amamos, cuánto misterio
envuelve a enfermedades como el cáncer. Danos tu paz que sobrepasa
entendimiento. Que el vacío dejado por esa ausencia se llene de tu presencia.
Transforma nuestro dolor en compasión, nuestra pena en esperanza. Haznos
testigos de que la muerte no tiene la última palabra, porque Cristo ha vencido
a la muerte. Reúnenos en el tiempo señalado con aquellos que se han ido, en la
patria donde ya no habrá despedidas. Mientras tanto, que la memoria de nuestros
amados nos inspire a vivir con más amor, valentía y propósito cada
día, sabiendo que la vida es frágil pero Tú la sostienes.
Por
último, Señor, sé Tú nuestra seguridad. Hemos
comprendido que ninguna fortaleza humana, ningún cuerpo joven, ninguna riqueza
o ciencia pueden darnos seguridad permanente. Solo en Ti estamos realmente
seguros – Tú eres nuestro refugio, nuestra torre fuerte[30]. En medio de los cambios, Tú eres inmutable. En la enfermedad, Tú eres
nuestra salud interior. En la soledad, Tú eres el Amigo fiel del alma. En la
incertidumbre, Tú eres la Roca eterna. Por eso podemos decir confiados: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno,
porque Tú estás conmigo”.
Gracias,
Padre, por el regalo de la vida – estas
“vidas” múltiples que vivimos aquí y las que nos aguardan en tu presencia.
Gracias por darle a cada alma un propósito digno y una misión irrepetible. Gracias
por buscarnos aun cuando nos perdemos, por corregirnos con paciencia y por
asegurarnos que al final del camino nos recibirás con brazos abiertos. Que al
concluir nuestros días terrenos podamos decir como el apóstol Pablo: “He
peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe”. Y que
entonces entremos en la plenitud de la Vida verdadera, donde ya no habrá
ni llanto ni dolor, sino gozo eterno a tu diestra.
En
tus manos amorosas ponemos nuestro tiempo, nuestra
alma, nuestra inseguridad y nuestro destino. Tú que empezaste en nosotros la
buena obra, sé fiel en completarla. Haznos uno con Tu propósito. Y que nuestra
breve peregrinación por la tierra deje una estela de luz, amor y verdad, para
Tu gloria. Amén.
【Fuentes】 Las ideas científicas sobre el límite
de Hayflick, senescencia celular y cáncer se basan en investigaciones actuales[1][2][3]. Las reflexiones sobre la brevedad de la vida y el carácter peregrino
del hombre retoman enseñanzas bíblicas tradicionales[5][6]. La discusión sobre predestinación y libre albedrío se apoya en
interpretaciones teológicas reconocidas[13][16][15]. Los términos hebreos y sus significados provienen de fuentes
lingüísticas confiables[19][21][24][12][30][36], que enriquecen la comprensión espiritual del tema. Que esta
integración de ciencia y fe nos ayude a apreciar el misterio y la belleza del
plan de Dios para la humanidad.
[1] [2] Hayflick limit - Wikipedia
https://en.wikipedia.org/wiki/Hayflick_limit
[3] [4] The Challenging Landscape of
Cancer and Aging - NCI
https://www.cancer.gov/news-events/cancer-currents-blog/2018/sharpless-aging-cancer-research
[5] [6] [7] [8] [9] [10] [11] LA VIDA EN LA TIERRA ES UNA
ASIGNACIÓN TEMPORAL - Logos Sermons
https://sermons.logos.com/sermons/578387-la-vida-en-la-tierra-es-una-asignacion-temporal?sso=false
[12] Diccionario de términos
religiosos y afines
https://www.cristoraul.org/ebookland/spanish/Diccionario-de-terminos-religiosos-y-afines.pdf
[13] [14] [15] [16] [17] [18] [29] CINCO VERDADES FUNDAMENTALES DE
LA SALVACIÓN - Logos Sermons
https://sermons.logos.com/sermons/1596133-cinco-verdades-fundamentales-de-la-salvacion?sso=false
[19] [20] ¿Cuál es el significado del
Nefesh? – Redimidos de Sión
https://redimidosdesion.wordpress.com/2020/11/19/cual-es-el-significado-del-nefesh/
[21] [22] [23] El Propósito Eterno - Íntima
Devoción IEC
https://intimadevocion.org/el-proposito-eterno/
[24] [25] [26] [27]
Vida: Jaím (חַיִּים) - Ascenso en paz - Jabad.com
https://es.chabad.org/library/article_cdo/aid/6837601/jewish/Vida-Jam.htm
[28] (PDF) Compendio Portavoz de
Teologia - Paul Enns - Academia.edu
https://www.academia.edu/53268474/Compendio_Portavoz_de_Teologia_Paul_Enns
[30] [31] ¿Qué dice la Biblia sobre la
seguridad? | GotQuestions.org/Espanol
https://www.gotquestions.org/Espanol/seguridad-Biblia.html
[32] [33] [34] [35] [36] [37]
Tiempo: Rega (רֶגַע) - Aprovechar el momento - Jabad.com
https://es.chabad.org/library/article_cdo/aid/6837608/jewish/Tiempo-Rega.htm