Juan 8 relata la ocasión cuando los líderes religiosos le trajeron a Jesús a una mujer que había cometido adulterio. En un intento celoso de acusar a Jesús de juzgar incorrectamente, le preguntaron: "En la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?"
Jesús respondió: "El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella" (Juan 8:7). Acusados por su conciencia, los líderes se fueron uno por uno. Jesús, la Luz del mundo, había revelado los oscuros secretos de su alma. La mujer no era la única pecadora; ellos también habían pecado.
Jesús se volvió hacia la mujer. Ella también necesitaba la luz de la verdad de Dios. Le dijo:
—Vete y no peques más.
"Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida" (Juan 8:12).
Amigo, Jesús ve todo lo que hay en el corazón. Podemos pensar que se puede esconder cosas en la oscuridad del corazón. Los líderes judíos que se mencionan en Juan 8 no admitían haber pecado. Pero la Luz del mundo todo lo ve y les recordó sus pecados.
Sin embargo, no hay que temer que Jesús vea el corazón. Jesús no solo descubre el pecado, sino que también lo perdona. Su luz puede penetrar en nosotros, y nos puede limpiar y perdonar. Como sucedió con el pecado de esa mujer adúltera, nuestro pecado puede ser expuesto y perdonado, y desde entonces podemos vivir sin pecar. Gocemos del favor de Jesús, la Luz del mundo.
—Traducido y adaptado de Living Waters