La Biblia dice: “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo.... Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:26, 27, 33). “No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal” (Romanos 6:12).
Explicación: En el Nuevo Testamento, Jesús habló mucho de este asunto. La palabra aborrecer, tal como se usa en el versículo 26, quiere decir amar menos. Los seguidores de Cristo tienen que amar a El aun más que a sus mismos familiares. Sólo Jesús tiene el derecho de pedir de nosotros tal grado de amor, y El sí lo pide. Jesús también dice que para ser un discípulo de El, tenemos que estar dispuestos a dejar todo lo que tenemos y llevar Su cruz. Cuando damos cuenta de que nuestros deseos no están según la voluntad de Cristo, tenemos que rendir nuestra voluntad a lo que quiere Jesús, y seguirle. Además, tenemos que poner en sujeción a Jesús cualquier posesión que tengamos, siempre poniéndole a El en primer lugar en nuestra vida. Entonces si una posesión nuestra llegue a estorbar nuestra relación con Jesús, la desecharemos.
Para poder seguir a Jesús, tenemos que aprovechar Su gracia para que el pecado no reine en nuestra vida. “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1 Juan 2:1).
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