miércoles, 1 de junio de 2011

Tratado de Basilea


Se conocen como Tratados de Basilea los acuerdos de paz firmados en 1795 entre Francia y Prusia (5 de abril) y entre Francia y España (22 de julio).

Por el primero, Prusia reconocía a la República francesa y le cedía los territorios a la izquierda del Rin. El segundo ponía fin a la guerra iniciada en 1793, a raíz de la ejecución de Luis XVI. Francia devolvía los territorios perdidos por España en el Norte de la Península, a cambio de la cesión de la parte oriental de la isla de Santo Domingo.

España, representada por Domingo Iriarte y Francia, representada por el ciudadano Barthelemy, firman el convenio en la ciudad suiza el 22 de julio de 1795, finalizando la guerra entre sus dos naciones.

El Tratado decía:

"El Rey de España, por sí y sus sucesores, cede y abandona en toda propiedad a la República Francesa toda la parte española de la isla de Santo Domingo en las Antillas. Y agregaba: "un mes después de saberse en aquella isla la ratificación del presente Tratado, las tropas españolas estarán prontas a evacuar las plazas, puertos y establecimientos que aquí ocupan, para entregarlos a las tropas francesas cuando se presenten a tomar posesión de ellas." Por último, se concedía que "los habitantes de la parte española de Santo Domingo, que por sus intereses u otros motivos prefieran transferirse con sus bienes a las posesiones de S.M. Católica, podrán hacerlo en el espacio de un año contando desde la fecha de este Tratado."

Las noticias sobre la firma del convenio llegaron a Santo Domingo el 18 de octubre de 1795 y no es difícil imaginar la reacción que provocaron entre unas gentes que llevaban más de un siglo luchando contra la penetración y usurpación francesas en su territorio y que se veían forzadas a acatar una decisión en la cual no habían participado.

Antecedentes

La base de la colonia francesa en Santo Domingo era el azúcar y con la multiplicación de los ingenios se hizo necesario traer cada vez con más frecuencia negros del África puesto que la vida promedio de un esclavo era de apenas siete años. Rápidamente la población negra desplazó la mano de obra blanca, que no era numerosa. Como no había muchas mujeres blancas, los dueños de las plantaciones utilizaban a las esclavas más atractivas para cumplir con sus necesidades. De estas uniones nacieron hijos y fue generalizándose poco a poco la costumbre de dar la libertad a estas concubinas y a sus hijos, los que, al pasar a ser hombres libres adquirían sus derechos ciudadanos, de acuerdo al artículo 59 del Código Negro, entre los que se encontraba el de sucesión, siempre y cuando fueran reconocidos por sus padres.

De esta manera se inició un proceso de mulatización. Al principio los mulatos no eran muchos pero su número aumentó rápidamente y los blancos comenzaron a resentir el poder social y económico que adquirían. Este resentimiento dio origen a la promulgación de una serie de leyes discriminatorias que intentaban frenar su evolución y hacerlos sentir como ciudadanos de categoría inferior.

Algunos de estos mulatos ricos emigraron a Francia, y varios residentes en París, organizaron una sociedad llamada Sociedad de los Amigos de los Negros para proteger sus derechos. Esta sociedad fue bien vista por los grupos burgueses más liberales en Francia. Cuando la burguesía condujo a los franceses hacia la Revolución ya estaban los mulatos, encabezados por Vincent Ogé, muy bien relacionados con importantes líderes revolucionarios e intentaron obtener un decreto de la Asamblea Nacional francesa que reconociera la plenitud de sus derechos ciudadanos. Hasta llegaron a entregar alrededor de seis millones de libras tornesas como ayuda al Gobierno para sanear la deuda pública. Los franceses, sin embargo, no se mostraron muy dispuestos en principio a conceder el reconocimiento solicitado por temor a tener que aceptar más adelante la libertad de los esclavos negros que podrían reclamar igualdad. Ellos pensaban que la abolición de la esclavitud significaría la ruina de la Colonia y, con ella, la ruina de la burguesía marítima francesa.

Así las cosas, los blancos de la Colonia aprovecharon para iniciar un movimiento de represión contra los mulatos. Cuando finalmente la Asamblea Nacional francesa dictó leyes que reconocían derechos políticos a la gente de color, acreditándoles los mismos derechos y privilegios que los ciudadanos franceses para elegir representantes y sentarse en la Asamblea Colonial, esto no fue bien recibido por los grandes blancos quienes se opusieron a poner en vigencia estas resoluciones. Como la Asamblea Colonial estaba dominada por los blancos la situación no cambió para los mulatos.

Todos perseguían lo mismo: Los blancos buscaban su independencia, los mulatos la igualdad con los blancos y eventualmente, también su independencia, y los esclavos negros, que ganaban conciencia de su condición y deseaban escapar de ella, se organizaban tras su libertad. Finalmente el 14 de agosto de 1791 estalló la revuelta en las plantaciones al norte de Santo Domingo, que se prolongaría por diez años.

Por más extraño que parezca, esta revuelta reunió a los blancos y a los mulatos, propietarios también de esclavos, para hacer frente común a la situación que les arruinaría a todos por igual. Apoyados por tropas francesas que intentaban impedir el fin de la dominación, solicitaron también la ayuda de Inglaterra. Los españoles vieron en esta revolución una oportunidad para recuperar los territorios que habían venido perdiendo ante el avance desconsiderado de los franceses hacia su territorio en el Este, donde habían penetrado asentándose a su aire, de manera que les ofrecieron su respaldo a los negros.

Sin embargo, debido a las profundas diferencias psicológicas y de intención entre blancos y mulatos su alianza duró poco y así se definieron los campos: Los blancos que buscaban el apoyo de los ingleses; los mulatos auxiliados por el Gobierno francés que finalmente, el 4 de marzo de 1792, les había reconocido la igualdad con los blancos; y por último, los negros rebeldes que vieron en los españoles a un aliado que les prometía la libertad que Francia les negaba a cambio, únicamente, de que no traspasaran sus fronteras.

Cuando los radicales jacobinos derrocaron al gobierno burgués girondino en Francia, declararon inmediatamente la guerra a Inglaterra, Holanda y España, que se oponían a la Revolución y aprovechando esa coyuntura, los ingleses de Jamaica respondieron al llamado de los blancos y comenzaron a enviar sus tropas a Santo Domingo donde rápidamente ocuparon gran parte del Sur y de las costas del Oeste de la isla.

Los españoles, apoyados por los negros sublevados establecieron un cordón en la frontera y lograron la conquista de la mayor parte del Norte de la colonia. Los franceses comenzaron a perder terreno y de no haber sido por la inteligente decisión del Comisionado francés Galbaud que el 29 de agosto de 1793 dictó un decreto que abolía la esclavitud en la colonia, al tiempo que llamaba a los negros para que los apoyaran, posiblemente hubiesen perdido la guerra.

Los negros se dividieron. Algunos importantes cabecillas no quisieron responder al comisionado de Francia y prefirieron continuar al lado de los españoles pero Toussaint Louverture, que en principio y atendiendo a razones estratégicas había colaborado con ellos, aceptó en mayo de 1794 el llamado y se pasó al bando francés acompañado por unos 4,000 hombres. También los mulatos se dividieron y algunos apoyaron al Gobierno francés mientras los más ricos se unieron a los blancos y a los ingleses.

Como eran en su mayoría los negros quienes controlaban las zonas conquistadas por los españoles, estos perdieron rápidamente las posesiones ganadas en la colonia francesa. San Rafael, Las Caobas, Hincha, Bánica y San Miguel de Atalaya cayeron en manos de las tropas comandadas por Toussaint Louverture quien desde ese momento y junto al General Juan Esteban Laveaux, Gobernador de la parte francesa se dedicó a expulsar a los ingleses de la colonia.

Consecuencias

Al enterarse de la firma del tratado en Suiza muchos residentes en la parte española resolvieron abandonar el país tan pronto fuera posible, entre ellos el Arzobispo Fernando de Portillo y Torres quien, no obstante, debió esperar tres años hasta lograr sus deseos, pero, la mayoría prefirió quedarse. Los que consideraron marcharse, especialmente los vecinos de La Vega, al enterarse de que los que habían emigrado hacia Cuba pasaban grandes penalidades, escribieron al Rey para que se les concediera un plazo mayor de un año para salir de la isla, mientras encontraban nuevos destinos (Puerto Rico, Venezuela). A un año de la firma del convenio todavía estaban la mayoría de los dominicanos dedicados a sus ocupaciones habituales, acariciando la esperanza de que la cesión sería invalidada, esto así, porque era conocido que el Gobierno español trataba de recuperar la parte española de la isla, proponiendo al gobierno francés a cambio el traspaso de la Luisiana; lo que en ese momento no fue aceptado por Francia que seguía planeando la ocupación definitiva para convertir Santo Domingo unificada, en un emporio y utilizarla como base de operaciones de un amplio proyecto de expansión colonial.

El gobierno francés había enviado al Comisario Roume de Saint Laurent con instrucciones específicas de "preparar amistosamente y de antemano las cosas para que se efectúe la evacuación de las plazas, puestos y establecimientos de aquella isla cuando parezca conveniente y sea posible enviar allá con este objeto las fuerzas francesas necesarias "y de valerse" de todos los medios posibles de persuasión para desimpresionar a aquellos ciudadanos de las falsas ideas que hayan podido imprimírseles a la Revolución francesa y disipar en su espíritu cuantos recelos se les haya inspirado acerca del libre ejercicio de su religión." Roume debía trabajar rápido para evitar que los ingleses, que ocupaban importantes territorios tanto en el Sur como en la costa occidental, rompieran el cordón militar de las fronteras con la intención de apoderarse de Santo Domingo antes que los franceses. Los ingleses no reconocían la cesión, argumentando que violaba las antiguas estipulaciones del Tratado de Utrecht.

Siguiendo instrucciones del propulsor del Tratado de Basilea, Manuel Godoy, conocido como el "Príncipe de la Paz", el Gobernador Joaquín García y Moreno trabajó intensamente durante el primer año después de la cesión para entregar a los franceses la parte española, a la vez que defendía la frontera de un ataque inglés mientras intentaba que los gobiernos de Cuba y España facilitaran los medios para transportar a los emigrantes. García se vio obligado, en obediencia a su mandato, a ceder a los franceses la plaza de Bayajá, a lo que antes se había negado, y se dispuso a entregar el resto de las partes de la colonia con miras a concentrar las tropas españolas en Santo Domingo, desde donde embarcarían una vez llegadas las tropas francesas.

En julio de 1796, cuando la entrega parecía inminente, el General francés Donato Rochambeau, se negó a ejecutar la incorporación de la parte española a la francesa con un ejército compuesto por negros, únicas fuerzas disponibles a ese momento. Esta situación pospuso la toma de posesión de la parte española "hasta nueva orden".

Los ingleses en su avance ya habían ocupado Las Caobas, San Juan y Neiba pero las perdieron a manos del haitiano Toussaint Louverture . Finalmente salieron de la isla en abril de 1798 tras firmar un acuerdo secreto con Toussaint mediante el cual renunciaban a la ocupación militar a cambio de ventajas comerciales.

Por fin, a finales de marzo de 1798 llegó a Santo Domingo, comandada por el General Hedouville, la Comisión francesa que recibiría la entrega de la parte española pero el General estaba más interesado en enfrentar a Louverture que prácticamente controlaba la situación. Hedouville no tuvo éxito en su propósito y fue obligado por el general haitiano a abandonar la isla bajo amenaza de muerte, en octubre de ese mismo año. El Comisionado Roume pasó entonces a la parte francesa a ocupar el lugar de Hedouville. Agravada la situación entre negros y mulatos tras la salida de los ingleses y la sublevación de los negros, todavía se pospuso por más de un año la entrega de la parte española a Francia.

Desde principios de 1799 hasta abril de 1800 no existía en la isla ningún representante autorizado para consumar la cesión. Tanto Roume como el General Antonio Chanlatte, quien quedó a cargo de Santo Domingo español, tenían órdenes de no entregar la parte española a menos que fuese a tropas enviadas especialmente desde Francia.

Desde que Roume llegó a la parte francesa Louverture solicitó autorización para ocupar Santo Domingo oriental pero Roume se negó varias veces a acceder a ello alegando que eso violentaba sus ordenes, hasta que en abril de 1800 Louverture obligó al Comisario Roume de Saint Laurent, último miembro de la Comisión Civil que quedaba en la Colonia cedida a Francia en 1795, a autorizar mediante decreto fechado 27 de abril, la entrega de Santo Domingo al gobierno colonial francés comandado por él. El decreto en cuestión fue enviado inmediatamente al Gobernador Joaquín García y al General Antonio Chanlatte en Santo Domingo.

Tras una serie de incidentes, el 26 de enero de 1801 Toussaint Louverture invadiendo la parte oriental de la isla, llegó a Santo Domingo para recibir las llaves de la ciudad de manos del Gobernador García y Moreno. Tras la consumación del hecho, Louverture procedió a la unificación de la isla bajo su gobierno. Para institucionalizar el poder reunió una asamblea general y dictó la primera constitución política vigente en ambas colonias. Luego regresó a Haití, dejando el poder en manos de Paul Louverture.

Algo más tarde, Napoleón, que tenía sin embargo otras ideas, lanzó una flota con más de 80 navíos y alrededor de 58,000 hombres para recuperar la colonia de Santo Domingo de manos de los negros. Esta flota arribó a la isla el 29 de enero de 1802. La mitad de los barcos llegó a Samaná, y la otra mitad alcanzó Cap François el día 3 de febrero. Las tropas fueron divididas para atacar a las fuerzas de Louverture desde diferentes puntos: Santo Domingo, Monte Cristy, Samaná, Puerto Príncipe, y. la más importante. contra El Cabo, esta última comandada por el cuñado de Napoleón, el General Charles Leclerc, jefe de la expedición militar.

El 25 de febrero de 1802, el gobierno de Paul Louverture entregó la plaza al general francés F. M. Kerverseau, tirando al suelo la dominación de los antiguos esclavos negros en la parte occidental. La otrora parte española continuó como colonia francesa hasta la "Guerra de la Reconquista" en 1809.

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